Otro ensayo sacado del viejo baúl.
Ensayo Filosofía
“El Amor y la
Sexualidad”
Curso: 3º CHC
Profesora: Cecilia Osses
Nombre: Bruno Pérez Hurtado
Libre sexualidad: Un tramo del camino hacia uno mismo.
Hay muchas cosas importantes en la vida, pero una de las cosas más
importantes es sentirse cómodo y a gusto con uno mismo, para así poder
encontrar la unicidad del ser, conocer cada aspecto de nosotros mismos, nuestra
forma de pensar, nuestra forma de actuar, nuestra forma de vivir, nuestra forma
de reaccionar, nuestra forma de amar.
Una forma de lograr esto, de lograr conocernos a nosotros mismos, es a
través de la libre vivencia de la sexualidad. La libre vivencia de la
sexualidad implica un conocimiento de uno mismo puesto que la aceptación del
amor como esencia y no como lo corpóreo hace que nos demos cuenta de que lo
físico no es lo más importante a la hora de amar, sino lo intangible que cada
persona tiene para darle a los demás.
Antes que todo, hay que recordar que hay una gran diferencia entre la heterosexualidad,
la homosexualidad y la bisexualidad con respecto al amor. Los tres primeros términos
tienen lugar a una atracción física y no al amor en si, puesto que este no toma
en cuenta lo material (el género masculino o femenino) sino lo esencial y las
características propias de las personas. La sexualidad tomada desde el punto de
vista de la atracción física y el deseo sexual es la que nos permite acercarnos
hacia las otras personas para establecer lazos afectivos y para alimentar un
amor erótico, que busca permanentemente superar el estado de separación humana
(separatidad) a través de la unión y el contacto físico.
Esta unión física sirve como un primer paso para amar desde la esencia del
ser y vivenciar a la otra persona en la esencia de su ser. La libre sexualidad
permite que haya una unión entre el amor fraternal y el amor erótico, puesto
que hay una búsqueda y un sentido de responsabilidad, cuidado, respeto y
conocimiento hacia la otra persona, al mismo tiempo que se quiere consumar una unión
física y espiritual que permita superar el sentimiento de soledad.
Así mismo, la aceptación de uno mismo por medio de la libre sexualidad,
tener una sexualidad libre y deshacernos de los prejuicios y discriminaciones
sociales da paso a la oportunidad de interiorizar en nosotros mismos, de aceptarnos
con nuestros defectos y virtudes, así como aceptar al resto.
Si se acepta la libre sexualidad, los jóvenes no dudarían acerca de ellos
mismos, sino que se sentirían libres de poder escoger con quién estar y a quién
amar. Obviamente esto también puede aplicarse en el caso de los adultos, sin
embargo, dadas las características en la que fueron criados y educados, sobre
todo en Latinoamérica, de manera sumamente conservadora y apegada a los
mandatos y prohibiciones de la Iglesia, impide y dificulta el que los adultos
rompan sus barreras, prejuicios y temores y sean capaces de aceptarse a sí
mismos, en su naturalidad y espontaneidad, puesto que se encuentran como
“encerrados” en un conjunto de costumbres, vivencias, tradiciones y contextos
sociales que impiden la manifestación libre del cuerpo, la mente, el alma y el
espíritu.
Las restricciones sociales, legislativas y morales hacen que esta nueva
juventud sea mucho más crítica, con respecto a los adultos, del entorno en el
cual viven, se desarrollan e interactúan. Es por esto que comencé hablando de
los jóvenes, ya que ellos son los que poseen más herramientas afectivas y
“revolucionarias”, con respecto al lugar donde se desarrollan. Sin apegarse a
las costumbres y tradiciones, cuestionando lo moral que se ha impuesto (en caso
de Latinoamérica) desde la llegada de los españoles, que por la fuerza y la
tortura obligaron a los indígenas a vivir a su manera, fuertemente atada y
ligada a la Iglesia, estos jóvenes son llamados por los más conservadores “ovejas
perdidas y descarriadas”, una juventud alocada y sin respeto por la tradición.
Sin embargo, ellos se encuentran muchas veces más cerca de sí mismos y se
conocen mucho mejor que los adultos que siguen ciegamente las tradiciones y
costumbres, lo “socialmente aceptable”, puesto que son capaces de razonar a su
propia manera, de forma libre y sin ataduras, restricciones ni censuras.
Es la libertad un aspecto esencial del amor, sin la libertad para poder
escoger no hay libertad para amar, puesto que el amor no puede imponerse por la
fuerza, sino que nace de forma espontánea y natural, producto de la unión entre
dos personas.
Como conclusión podemos decir que una forma de entender la libre vivencia
de la sexualidad es a través de una frase que plantea la teoría del iluminismo: L’âme n’a pas de sexe, el alma no tiene
sexo. Esto se refiere a que lo que se ama, que en este caso sería el alma,
carece de género y es asexuado, ya que la esencia de cada persona es
completamente única e irrepetible y no corresponde a las características
físicas, sino a lo etéreo (lo intangible).
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