25.7.14

Enterrado en el podridero, despierto del letargo del no-sueño, mirando al techo que es suelo, porque yazgo inerte de frente pegada al piso.
Las calcetas pegoteadas, el calzoncillo manchado, las piernas desnudas, cortes en la piel del cuerpo cansado de hombre de media jornada larga
El palpitar en las sienes, los dedos que tiritan solos, los oídos que se resienten con la voz del desagrado
Y una guitarra desafinada colgando del balcón, aguantando el peso del medio-hombre, que rasguea para mantenerse a flote; un punteo para morir en paz.

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